La primera vez que escuché a Emma Brott quedé,
literalmente, con el corazón acelerado y la boca abierta. Su presencia, su
música, la letra de sus canciones… fue algo así como una dosis intravenosa de
presta inspiración y admiración. No
podría explicarlo, aunque sé que muchos podrán entenderlo.
Fue en Unión Acústica, un concierto que se
realiza mensualmente en Fresco con el objetivo de dar un espacio a artistas tanto consolidados como emergentes en Costa
Rica, cuando supe de su existencia.
Cabe decir que, para ese momento, pensé que
Emma era sólo Emma, tal y como se había presentado aquel día. Sin embargo, mi
sorpresa fue grande cuando descubrí que Emma es, en realidad, dos personas. O
que, más bien, hay otra identidad detrás que es la que le da vida.
Tenía que conocerla.
Dichosamente, Carolina Obando es de las
personas más accesibles con las que he tratado. No fue difícil acordar un lugar
y una hora para la realización de esta entrevista, una de las más bonitas que
he realizado, por cierto.
Fue así como, una nublada tarde de junio, nos
reunimos en las inmediaciones de la Universidad de Costa Rica para conversar un
poco de su vida, sus sueños, y su música.
Lo primero que quería saber, por supuesto, fue
cómo había nacido el concepto de Emma Brott.
“Fue demasiado inesperado”, me comentó Caro,
quién me explicó que desde muy pequeña tuvo acercamientos con la música, pero que
fue cuando salió del colegio que decidió retomarlo como algo más en serio.
“Cuando entré a la universidad me hice de un
novio de Puriscal; allá hay muchísimos
músicos y un día decidimos hacernos un grupo juntos”, dijo Carolina, quién en ese
entonces tocaba bajo con esta banda y, de vez en cuando, también hacía coros.
Luego de su ruptura, dejó atrás la escena musical
puriscaleña, y decidió comenzar a trabajar en lo suyo, bajo sus propias reglas.
“Comencé de nuevo con la guitarra y con el
piano y yo misma, escuchando música, empecé a trabajar mi voz”, señaló,
añadiendo que su identidad musical se formó luego de que le mostró un vídeo
casero de ella misma cantando a un amigo suyo, músico también.
“Un día me grabé cantando un cover y se lo mandé
a un amigo que es músico. Él me dijo que mi voz era muy particular y me motivó
a hacer algo. Así que decidí subir el vídeo a Facebook, donde recibí montones
de likes y comentarios positivos”, recordó.
“Seguí con la música y tuve un pico de un mes
en donde no podía parar de componer y en donde estuviera andaba la guitarra;
pero no tenía nombre”, agregó Carolina.
Emma Brott es la combinación de su nombre
favorito (nunca se ha sentido identificada como ‘Carolina’) junto con una de
sus palabras favoritas en alemán: ‘pan’, que se escribe ‘brot’ (ella le agregó
una ‘t’).
Tras mucho tocar puertas, logró agendar un
concierto en el Hoxton y así, el 12 de junio de 2014, “fue el día oficial en
que Emma Brott existió”, según sus propias palabras.
A medida que conversábamos, mi curiosidad
aumentaba. ¿Cómo una persona puede ser dos, cuál es la línea que separa a una
de la otra?
“Hay una enorme diferencia; hasta yo misma
tengo problemas con eso”, asegura Caro. “Emma Brott no tiene pasado. Carolina
sí. Emma es una chica sólo que quiere vivir el ahora y salir adelante y tiene
miles de sueños al igual que Carolina, pero Emma no tiene ataduras. Es libre y
como no tiene pasado, hace lo que tiene que hacer, y ya. Y es feliz, demasiado”,
expresó la artista entre risas.
“Es curioso, porque Carolina quiere llegar a
ser como Emma. Es como una persona que yo admiro”, acotó.
Fiel seguidora del post rock y la música
islandesa, Emma tiene diferentes fuentes de inspiración para componer.
“Alguna situación, algún momento, algún aroma,
algún sonido… lo que sea me inspira”, comentó Carolina. “Sí tengo mis momentos.
Yo soy muy sensible y en cuando estoy más sensible, es más fácil para mí.
Además, me gusta muchísimo andar sola. Disfruto mi soledad totalmente, y eso
también me ayuda”.
Para futuro, tanto Carolina como Emma tienen
diversos planes, cuyo denominador común es salir del país y luego volver, todo
con el objetivo de cumplir los sueños de ambas.
Con respecto a Emma, sus prioridades son grabar
y tener una banda que le dé más peso a su música.
“Yo me imagino todos los días de mi vida
tocando en Islandia, todos los días de mi vida frente a la gente, eso es lo que
más deseo en realidad”, manifestó.
Carolina, por otra parte, sueña ser una
sumiller profesional (experta en vinos) y trabajar en un viñedo, y también espera
poder tener su propio restaurante algún día.
Y, así como Carolina y Emma apuntan alto,
instan a las demás mujeres de esta generación y las venideras a hacer lo mismo.
“No piensen tanto en las cosas. Nada más,
háganlas. Yo soy una persona que, aunque sea molesta para la gente, insisto
hasta lograr lo que quiero”, aseguró, poniendo de ejemplo cómo logró tener su
primer concierto.
“Entonces, si tienen un sueño, insistan. Y
también es importante creer en uno mismo. Al mundo uno vino solo y uno solo se
va, y hay que hacer lo que a una le haga bien a uno, sin afectar negativamente
a los demás”, concluyó.
*Foto y vídeo por Joel Obando Fotografía
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